El Libro de la Vida Eterna
by Thomas Dean Kellogg

La vida no es lo que pretende ser,
sino lo que es,
en cada respiración, conmoción y estremecimiento,
en cada dolor, nacimiento y otra noción viviente
que puede decir lo que puede decir
o abrirse paso a través de la voz o la mano o el pie,
pisoteando o el dedo del pie dando vueltas,
divagando o cantando una canción de amor
o esperanza o necesidad egoísta,
de vida o algún acto heroico,
disminuido solo por la muerte que nos impregnamos,
el aliento que elegimos desperdiciar,
apresuradamente hacia algunos inciertos,
entonces cierto ahora perturbado,
perturbado pero sin fin,
la eternidad siempre doblada,
nunca rompiendo la pared, o niebla, o velo,
resuena una claridad, es el sonido del tiempo sin comienzo,
un ritmo universal palpitante que late en el pecho,
un latido sin descanso, y todo el resto responde,
resuena y retumba, retumba, brama y resuena,
rugiendo, susurrando y murmurando,
silbando, murmurando y respirando,
suspirando,
lo que no podemos ver, consiste en lo que queremos saber o temer,
tan cerca o no a nuestro alcance,
extendido, pasado y presente, enséñanos lo que será,
debajo de la superficie, el resplandor del sol en nuestros ojos,
reflejando infinitamente la esperanza.
La eternidad no comienza ni termina nunca
la vida es lo mismo.

 


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